Nadie está preparado para una discapacidad; ni quien la padece ni su familia. Además, todo el mundo tiene que aprender, de pronto, a cómo atender las necesidades de una persona dependiente. Es un hecho que en la gran mayoría de los casos, un familiar directo es quien asume el cuidado. Suele suceder que la figura del cuidador tiene un perfil concreto: una mujer que es esposa, hija o madre del dependiente.
Cuando los cuidados se prolongan en el tiempo aparece el llamado “síndrome del cuidador”: soledad, depresión, estrés, aislamiento… Sobre todo se traduce en un desgaste físico, psíquico y emocional gigantesco.
¿Quién cuida del cuidador? ¿Qué hacer cuando la integridad personal desaparece en favor de la persona con discapacidad? Aquí te contamos los síntomas más comunes y cómo superarlos.
Desgaste físico
Cuidar a una persona dependiente conlleva un esfuerzo físico continuo: cambios posturales, empujar la silla de ruedas, realizar las transferencias… El cuidador se olvida de cuidarse a sí mismo: a menudo sobrepasa los límites de su capacidad física en favor de que la persona a su cuidado siempre esté lo más cómoda posible.
La tensión de todo el cuerpo no se elimina durante la noche, ya que muchos cuidadores sufren insomnio. Soportar esta situación día tras día se traduce en un deterioro de la propia salud.
Afortunadamente existen ayudas técnicas que hacen el trabajo físico y así el cuidador no tiene que forzarse:
- Las grúas domiciliarias cargan con el peso del usuario en los traslados. Las innumerables características de los arneses hace que podamos encontrar el que más se ajuste a nuestras necesidades: arnés con sujeción para la cabeza, arnés para el baño, etc.
- Las camas articuladas facilitan enormemente los cambios posturales y de esta manera, se evitan las llamadas úlceras por presión. Además, las camas articuladas con carro elevador suponen una gran ayuda para el cuidador. El carro eleva la cama hasta una altura óptima, evitando así que tenga que inclinarse para atender a la persona encamada. De esta manera, la espalda sufre mucho menos.
- Si la persona a nuestro cargo debe permanecer en la cama o no podemos moverla de allí por cualquier otro motivo, el aseo de una persona discapacitada se hace complicado, como ya te explicamos anteriormente en un post. Para remediar esto, se han creado las bañera para camas: se forma una pequeña bañera en la cama y son 100% impermeables. Cuando acabemos, el agua acumulada va a parar a un recipiente por una apertura, sin necesidad de mojar nada.
- Empujar la silla de ruedas puede resultar tedioso si consideramos el peso del usuario, las cuestas, el terreno desigual… El motor auxiliar para silla de ruedas transforma una silla manual en eléctrica. ¿Qué son? Una tercera rueda motorizada se acopla en segundos a la silla y se pone en marcha cuando el acompañante acciona el acelerador, situado en el manillar. Así, el cuidador no tiene que hacer ningún esfuerzo para mover la silla.
Desgaste psíquico
El desgaste psíquico llega cuando el cuidador se dedica en exclusiva a la persona a su cargo y no desconecta en ningún momento. El estrés hace estragos y crece cada día: sentir que la situación se nos escapa de las manos, pensar que no lo estamos haciendo bien, que no estamos a la altura… La auto-exigencia es muy peligrosa para la salud mental. Para aliviar esta presión psíquica, debemos:
- Reconocer que somos humanos y tenemos limitaciones.
- Evitar la sobreprotección: hay que dejar la persona a nuestro cargo haga cosas por sí misma, aunque tarden más tiempo.
- Hacer ejercicios de relajación: ve al gimnasio, da un paseo, realiza estiramientos…
Desgaste emocional
Muchas personas abandonan todo cuando un familiar tiene una discapacidad: dejan el trabajo, se aíslan socialmente y abandonan las actividades anteriores. La situación de entrega total viene cuando nos sentimos culpables por dedicar algo de tiempo a nosotros mismos y cuando no pedimos ayuda, incluso cuando la tenemos ahí.
Parte del desgaste emocional viene cuando nos damos cuenta de que la relación con la persona que cuidamos ha cambiado desde que surgió la discapacidad.
Toda esta presión se traduce con frecuencia en depresión. Si es así, conviene que acudas a un especialista lo antes posible.
Para evitar el desgaste emocional, es conveniente:
- Pedir ayuda e involucrar a otros: hay que aprender a delegar. Si no podemos apoyarnos en otros familiares, el Estado ofrece ayudas a la dependencia.
- Cuenta cómo te sientes: no te calles por miedo a preocupar a los otros. Evita el aislamiento.
- Asumir que la relación con la persona dependiente ha cambiado y que no debemos tratarla de igual manera que antes.
- Aceptar lo negativo, tanto los propios pensamientos como el comportamiento de la persona a nuestro cuidado.
- Dedícate al menos un ratito a la semana o al día. No te sientas culpable. Recupera aficiones y desconecta.
- Infórmate sobre la enfermedad para que los cuidados sean más efectivos. Conoce y ordena la medicación (puedes utilizar pastilleros para llevar la cuenta de las dosis).
- Sal a la calle con frecuencia, sólo o con la persona a tu cuidado. Si va en silla de ruedas y no sale por las barreras arquitectónicas, hay muchas maneras de salvarlas: rampas y orugas salvaescaleras entre otras.
Lo más importante de todo es saber que hay que cuidarse a uno mismo para cuidar mejor: saber que si enfermamos, no podremos cuidar de la persona a nuestro cargo. Si no estás bien, tampoco podrás cuidar bien.
Puedes ponerte en contacto con nosotros para cualquier consulta sobre qué ayuda técnica es más adecuada para ti. Llámanos sin compromiso al 955 97 31 07 o escríbemos a nuestro correo: info@ortopediamimas.com.